sábado, 30 de julio de 2016

¿Qué alimentos tiramos al cubo de basura con más frecuencia?

Olvido, escaso interés o torpeza. La razón por tirar comida es diferente en cada hogar, pero el resultado es el mismo: contribuir al derroche de alimentos que a escala global atañe a un tercio de la producción, lo que según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) se corresponde a 1.300 millones de toneladas de comestibles. En los países industrializados, donde impera la cultura del usar y tirar, no sorprende que el grueso del despilfarro se perpetre entre las paredes domésticas. Una pérdida que, según la Comisión Europea, se podría reducir en un 60%.  

El desperdicio de comida es un problema tanto económico como social y medio ambiental: no solo deja patente la desigualdad entre continentes, sino incrementa la emisión de gas de efecto invernadero. España tiene un peso específico importante en este escenario: es el séptimo país europeo que más comida tira a la basura, 7,7 millones de toneladas, y los hogares son responsables del 42% de este derroche, seguidos por la industria de alimentación. Para identificar las causas de esta sangría y limitarla a la mitad para 2020, tal y como marca la Comisión Europea, el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente ha puesto en marcha la estrategia Más alimento, menos desperdicio, un programa que empieza por estudiar el fenómeno y sus variables, para después concentrarse en los aspectos normativos y fomentar el diseño de nuevas tecnologías. 

De acuerdo con el Panel de cuantificación del desperdicio alimentario, elaborado por Kantar Worldpanel para el ministerio, los hogares desaprovechan 25,5 millones de kilos de comestibles cada semana. Esta cifra se corresponde al 4,5% sobre el total de los alimentos que entran en las casas cada año, y las principales víctimas son los alimentos sin procesar: en ocho de cada 10 viviendas los comestibles llegan al cubo de la basura tal y como llegaron, sin haber sido ni siquiera manipulados. Solo un quinto de los consumidores asegura usar todo lo que compra.

La fruta, la víctima número uno 

De los más de 1.000 millones de kilos de alimentos malgastados en España, el 85% son productos sin elaborar. En esta categoría, los comestibles que más probabilidades tienen de convertirse en desperdicio, por no ser considerados aptos para el consumo, son las frutas, el pan y las verduras: el 66% de los hogares que admite tirar comida a la basura desecha frutas, el 48,6% tira pan fresco y un 35% desperdicia hortalizas. En volumen, estos tres alimentos acaparan casi la mitad del desperdicio.
Pese a este detalle, “no se desperdicia en la misma proporción lo que se compra”: las frutas frescas representan el 15% del total de kilos de comida comprada, pero acaparan el 27,6% de kilos desperdiciados. Una suerte parecida le toca a las verduras: pesan por un 9% en la cesta, pero acaparan un 15% del desperdicio alimentario. La leche líquida es, tras frutas y verduras, el tercer producto que más pesa entre la basura doméstica, mientras carnes frescas y congelados son los alimentos que menos se tiran.Más de un quinto de los consumidores desaprovecha el jamón cocido y un 20% el resto de fiambres, mientras un 16% tira yogur. Entre el 10% y el 15% de los hogares no llega a consumir los huevos, las salsas, el queso rallado y fresco, el pan industrial, los embutidos y la leche líquida que ha comprado, mientras menos de un hogar de cada 10 tira carne fresca y pollo o cremas y caldos. En este escenario, los productos envasados de larga duración y los congelados son los comestibles que menos se convierten en desperdicio.

De la nevera a la basura

Si la mirada va hacia la comida preparada, la instantánea cambia: tres de cada 10 hogares aseguran destinar a la basura los platos cocinados. Es más probable que la comida acabe a la basura tras haber sido guardada en la nevera, antes que ser tirada directamente del plato o de la cazuela. Sobre todo en verano, los consumidores intentan hacer el esfuerzo de aprovechar las sobras.
Entre los alimentos preparados que acaban en el cubo con más frecuencia están las lentejas —desechadas por el 13,7% de los hogares que tiran comida a la basura—, seguidas por ensaladas, tortilla de patatas y arroz a la cubana. Entre el 3% y el 4% de los consumidores se deshacen de platos cocinados como judías, paella, ensaladilla rusa, sopa de pasta, arroz hervido, pechuga de pollo o albóndigas. En cuanto al volumen del desperdicio, las lentejas siguen a la cabeza, al representar casi el 9% de los 190 millones de kilos de alimentos que se transforman en basura cada año, seguidas por la tortilla de patatas, el potaje de garbanzos y la ensalada verde. 
El calor, un enemigo peligrosoLa ensalada verde es también, junto con la paella mixta y el arroz a la cubana, el alimento que con más probabilidad acaba en la basura directamente desde el plato o la cazuela: lo que sobra, se tira sin remordimientos. Por otro lado, platos más elaboradas como el cocido madrileño, la ensaladilla rusa o la tortilla de patatas se suelen guardar en la nevera antes de transformarse en basura.  

Según los datos del Ministerio, la estacionalidad es un elemento relevante a considerar: el desperdicio de alimentos aumenta en primavera y verano. En estas épocas se tira más de la mitad (52%) de los 1.325,9 millones de kilos de comestibles que se pierden cada año en España. El calor es el principal responsable de este desenlace: durante los meses más cálidos no solo la comida se estropea más rápido, sino muta la composición de la cesta de la compra, al decantarse los consumidores por productos frescos (y perecederos), como frutas y ensaladas, más que en otras estaciones del año.
Los más golpeados por el calor son los platos preparados, los yogures y las salsas: en primavera y verano, en casi un 60%, estos alimentos se convierten en basura durante las temporadas más cálidas. También las frutas, las verduras frescas, la leche, las bebidas y los pescados sufren más en primavera/verano. Por otro lado, las sopas, los caldos y los zumos son los comestibles que menos se tiran en estas épocas del año: al contrario del resto de la despensa, acaban en el cuno de la basura con más frecuencia en otoño y en invierno, coincidiendo con el cambio de menú en los hogares.
¿Qué alimentos tiramos al cubo de basura con más frecuencia?

miércoles, 27 de julio de 2016

Genes para retrasar el envejecimiento

Maria Blasco y Mónica Salomone comparten horas de vuelo en torno a la ciencia. La primera por su carrera de investigadora y la segunda por su especialización en el periodismo científico. Además de sus años de profesión, las dos tienen arraigada la base de ambas profesiones: la curiosidad, que es el hilo conductor de un libro apasionante, Morir joven, a los 140 (Paidós), en el que hacen un recorrido por los misterios biológicos del envejecimiento y los retos sociales de la vejez.
Maria (sin tilde, por ser alicantina) se siente cómoda en una conversación con dos periodistas, algo que no suele ser habitual entre científicos. El mérito no es de quien escribe este artículo sino de Mónica, una periodista a la que conoce desde hace años y admira por su rigor y buen hacer. Porque la investigadora antes que científica deseó ser periodista, precisamente por la curiosidad que le generaba el ser humano, deseo que redirigió hacia la Biología, para el bien de la ciencia, disciplina que le ha llevado a la dirección del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO).
Entre las dos han intentado contestar a preguntas que tal vez todos nos hemos planteado en algún momento: ¿podemos frenar el reloj biológico? ¿Qué parte de nuestra biología nos confiere vivir más que otros animales? Y en el reto de dar respuesta a éstas y otras muchas cuestiones, han ido desgranando la aportación que los científicos han hecho en este área del saber en la que múltiples disciplinas confluyen. Una de ellas es la Paleoantropología, con la que han intentado explicar las diferencias en longevidad entre las especies. De la mano de Juan Luis Arsuaga, director del Centro Mixto UCM-ISCIII de Evolución y Comportamiento Humanos, las autoras del libro llegan a la siguiente respuesta: «desde el punto de vista evolutivo, los tiempos de vida de cada especie son un misterio. Y, además, un misterio sin visos de ser resuelto». Algo en lo que coincide José Luis Sanz, experto en dinosaurios de la Universidad Autónoma de Madrid, «en la evolución no hay reglas. O mejor dicho, sí las hay pero son demasiado complejas para que lleguemos a entenderlas hasta el punto de predecir la longevidad de una determinada especie».
¿Y qué es lo que subyace a la longevidad humana? ¿Por qué los años van unidos a la aparición de ciertas enfermedades? ¿Es irremediable enfermar en la vejez? Maria Blasco se muestra muy optimista en el futuro y está convencida de que la ciencia aportará soluciones a ciertos problemas que hoy en día cuestionan la sostenibilidad de muchas familias y de la sociedad. «Es que no hay una barrera biológica para seguir cumpliendo años porque no hay genes terminator sino lo contrario, no estamos programados para envejecer. Creo que es una liberación del ser humano». Como ella James Vaupel, fundador del Instituto Max Planck para la Investigación Demográfica, se muestra convencido de la capacidad del ser humano para superar ciertas barreras como la duración de la vida: «la extendida idea de que no se puede hacer nada contra los efectos del retraso del envejecimiento está, simplemente, del todo equivocada», decía en una entrevista publicada hace pocos años por The Lancet.
Aunque cada vez vivimos más, también es cierto que es mayor el número de personas que sufren problemas asociados a los años como son el cáncer o el alzheimer. Encontrar el nexo biológico que une la edad con estas enfermedades es uno de los propósitos de muchos grupos científicos y, al mismo tiempo, hallar una solución a lo que hoy se consideran los males irremediables de la vejez. Blasco explica que lo que se ha demostrado con diferentes investigaciones es que ciertas enfermedades tienen un origen común que es el envejecimiento. «Lo siguiente es ver si logramos retrasar molecularmente el envejecimiento y con ello no una sino todas las enfermedades a la vez». Ella lleva 20 años en esa búsqueda con el estudio de los telómeros, la parte final de los cromosomas, y la telomerasa, una enzima que interviene en su longitud que está vinculada con la longevidad. «Ahora estamos [su grupo del CNIO] estudiando distintas estrategias para actuar sobre los telómeros en ratones y ver si podemos intervenir en ciertas enfermedades como las neurodegenerativas. Los datos apuntan a que sí».

Pero mientras estas estrategias confirman su eficacia en humanos, para lo que faltan unos cuantos años, ¿qué dice la medicina y la ciencia sobre las herramientas que tenemos ahora a nuestro alcance? Como recoge el libro de Blasco y Salomone, algunos científicos relevantes han dado su receta para llegar a la vejez con salud. Cynthia Kenyon, descubridora del vínculo entre la ruta molecular de la insulina y la longevidad del gusano C. elegans, apunta el consejo de mantenerse lejos de los dulces para evitar los picos de glucosa. Por su parte, Elizabeth Blackburn recomienda dormir bien, hacer ejercicio y tener una vida social rica. Y, concretando un poco más, parece ser que la dieta mediterránea conlleva un riesgo menor de problemas cardiovasculares y un efecto positivo en los telómeros y que «el ejercicio conviene hacerlo cuanto antes mejor, eligiendo uno que guste, que te enganche», aconseja en el libro José Viña, catedrático de Fisiología de la Universidad de Valencia. Quizás no se nos debe pasar por alto un apunte que hace Salomone en el libro citando un estudio publicado en 2015 en el que se revela que los adultos europeos con un mayor nivel educativo envejecen igual en todos los países; en cambio, los menos formados envejecen de forma muy distinta. «Leer da vida, también en sentido literal».
El proceso de elaboración de este libro, que ha durado casi un año, le ha permitido a Salomone «volver a plantearme preguntas de mi infancia como la de por qué hay que morirse y, al buscar una respuesta salieron cosas muy interesantes». Maria reconoce que el libro le ha despertado la imaginación, «me ha hecho pensar. Me ha gustado mucho».

domingo, 24 de julio de 2016

¿Ibuprofeno o paracetamol?

¿Qué me tomo si me duele la cabeza? ¿Y si me encuentro mal por la fiebre? ¿Para los dolores de la regla? A veces, estos dos medicamentos -de los que se consumieron en España 58 millones de envases en 2010- pueden alternarse, pero es importante conocer sus peculiaridades y, sobre todo, sus posibles riesgos.
Como explica a EL MUNDO Neus Caelles, presidenta del Comité Científico de la Sociedad Española de Farmacia Comunitaria (Sefac), la elección de uno u otro depende tanto del problema de salud que se quiera tratar, como del tipo de paciente y sus posibles problemas previos de salud.
Así, mientras ibuprofeno y paracetamol comparten propiedades analgésicas, el ibuprofeno puede presumir de su acción antiinflamatoria, mientras que el paracetamol es mejor com antitérmico (es decir, cuando además de dolor hay fiebre). Por eso, explica Caelles, "el ibuprofeno (un antiinflamatorio no esteroideo) será mejor en patologías que cursen con inflamación (como artritis, faringitis...), mientras que con el paracetamol sólo tratamos el dolor".
Además, aunque ambas pastillas se consideran seguras, y son fármacos habituales en la mayoría de los botiquines domésticos, la especialista en Farmacia recuerda que por sus mecanismos de acción no está exentos de riesgos, sobre todo en ciertos pacientes.
Por ejemplo, el uso de ibuprofeno se desaconseja en pacientes con úlcera gástrica, insuficiencia renal o hepática grave, pero también deberían tener precauciones quienes estén tomando antihipertensivos. Mientras que los principales riesgos del paracetamol, sobre todo a altas dosis, se producen en el hígado, por lo que "su uso no sería recomendable en una insuficiencia hepática".
En cuanto a las dosis más indicadas, y siempre recordando que los pacientes con problemas crónicos deberían consultar con su médico antes de tomar cualquier medicación, lo más indicado son los 400 mg en el caso del ibuprofeno y entre 500 y 650 si nos referimos al paracetamol.
Aunque en las farmacias españoles pueden encontrarse envases con mayor dosificación (como el ibuprofeno de 600 mg), la representante de Sefac recuerda que con 400 mg cada ocho horas, no se superan los 1.200 mg diarios que en algunos estudios sí han mostrado un aumento del riesgo cardiovascular. De hecho, en patologías crónicas que provocan dolor e inflamación debe ser el médico quien establezca la dosis, como también subrayaban recientemente las autoridades europeas, que están en proceso de revisión de estos riesgos cardiacos.
En cuanto al paracetamol, añade Caelles, por encima de los 500-600 mg cada ocho horas también podría causar intoxicaciones con daño hepático, por lo que conviene consultar al médico. En casos de fiebre alta, explica esta especialista, alternar ambos medicamentos cada cuatro o seis horas -"siempre con la pauta instaurada por un médico"- permite controlar la temperatura elevada sin un incremento del riesgo de los efectos secundarios.
En España, según los datos del Ministerio de Sanidad correspondientes al año 2010, el omeprazol fue el medicamento del que más envases se vendieron, seguido muy de cerca por el paracetamol (34,31 millones) y el ibuprofeno (con 23,5 millones de envases).
"Ambos medicamentos son seguros siempre que se respeten a bajas dosis", concluye Caelles, "el problema está en las dosis altas y en pacientes con patologías previas".
Envases de fármacos que se venden sin prescripción médica.

jueves, 21 de julio de 2016

El peligro de abusar del omeprazol

A veces cuando hablamos de vitaminas, tenemos en mente que es necesario tomar frutas y verduras para tener unos niveles aceptables y que quizás algunas personas abusen de los suplementos que, en la mayoría de los casos, son más contraproducentes que beneficiosos. Sin embargo, uno no imagina que un déficit de una vitamina, como la B12, pueda conducir a problemas como la demencia, un daño neurológico, anemia y otras complicaciones. Tampoco es fácil relacionar que estos problemas puedan tener su origen en fármacos tan conocidos como el omeprazol, muy utilizados para evitar múltiples problemas, sobre todo la irritación por reflujo gástrico o para la protección gástrica frente a medicamentos agresivos. Sin embargo, un estudio acaba de vincular la ingesta prolongada de este y otros medicamentos similares con una carencia de esa vitamina.
Si usted es de los que cumplen con las recomendaciones médicas, no debería asustarse. Porque los médicos suelen controlar este tipo de efectos al no prolongar excesivamente los tratamientos con inhibidores de la bomba de protones, que es el nombre técnico del omeprazol y otros protectores gástricos o antiulcerosos. Pero si es de aquellas personas que suelen pasar poco por la consulta médica y acuden con mucha más frecuencia a la farmacia para automedicarse, quizás debería prestar atención a este artículo.
Se estima que entre el 10 y el 15% de los adultos mayores de 60 años tienen deficiencia de vitamina B12. Para su absorción desde la dieta (está presente sobre todo en productos de origen animal, como la carne), requiere del funcionamiento normal del estómago, páncreas e intestino delgado. El ácido gástrico es clave, pues libera esta vitamina de los alimentos, permitiendo que se una a ciertas proteínas. Si el ácido del estómago se reduce, como ocurre cuando se toman estos fármacos, esa unión no se produce ni tampoco la absorción completa de la vitamina. Ese déficit prolongado, de no tratarse, derivará en múltiples problemas, como los mencionados.
Aunque investigaciones previas habían mostrado una relación entre la ingesta prolongada de estos fármacos y la deficiencia de vitamina B12, esos estudios eran pequeños y no se basaban en un análisis poblacional. Por este motivo, investigadores de la organización Kaiser Permanente, proveedora de servicios de salud en Estados Unidos, evaluaron esta relación en un gran grupo de población: 25.956 pacientes con un diagnóstico de déficit de esta vitamina fueron comparados con 184.1999 personas sin este trastorno entre 1997 y 2011. También se controló su exposición a fármacos antiulcerosos: inhibidores de la bomba de protones y antagonistas de los receptores H2 de la histamina, más conocidos por sus nombres comerciales y que engloban, en el primer caso, medicamentos como el omeprazol o el exomeprazol y, en el segundo, la ranitidina o la famotidina.

Tiempo y dosis

El análisis, publicado en la revista Journal of the American Medical Association, constata que las personas que tomaron diariamente un medicamento del grupo de omeprazol durante dos o más años teníanun 65% más de probabilidades de tener niveles bajos de vitamina B12 que quienes no habían ingerido estos fármacos durante un periodo tan prolongado. También aquellos que se medicaron con productos del segundo grupo presentaban un riesgo un 25% mayor de este déficit vitamínico. En cuanto a las dosis más peligrosas, se comprobó que tomar diariamente 1,5 comprimidos se asoció con un riesgo un 95% superior a esta deficiencia en comparación cuando la ingesta diaria era inferior a 0,7 píldoras.
Como explica José Luis Llisterri, presidente de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), "este vínculo es algo conocido por los médicos. El problema en España es la excesivaomepralización que hay. El omeprazol es el segundo principio activo más prescrito en nuestro país después del paracetamol y por encima del ibuprofeno. Se ha recetado como si fuera sal de frutas. Y no es un problema sólo del médico, como es de venta libre, se ha autoprescrito de una manera excesiva".
La clave de este problema está seguramente en el éxito de este fármaco. Su acción inhibe el contenido ácido del estómago que es el que genera las molestias en personas con hernia de hiato. "Los pacientes con esofagitis por reflujo gastroesofágico y los de esófago de Barrett requieren una inhibición crónica de la secreción ácida. Pero el mensaje que se traduce de este estudio es que si se prescribe una dosis alta de esta medicación porque hay mucho ardor, se debería bajar tan pronto como se pueda (por ejemplo de 40 miligramos a 20)y parar el tratamiento al cabo de un tiempo, por lo menos hacer descansos, ya que con esto se recupera la absorción de la vitamina B12", apunta Llisterri.

Uso para protección gástrica

Por su parte, el presidente electo de la Sociedad Española de Patología Digestiva, Fernando Carballo, señala que la conclusión del estudio "es un hallazgo epidemiológico interesante, pero la consecuencia no es tanto que no se puedan usar estos fármacos, porque son extremadamente seguros, sino que hay que utilizarlos bien, es decir, cuando estén indicados. El problema es el sobreuso en pacientes polimedicalizados para la protección gástrica. Muchas veces no son necesarios. Sin embargo, es un tipo de fármacos muy recetado. La estimación es que alrededor del 10% de la población toma estos medicamentos diariamente y probablemente están mal indicados en un tercio de los casos".
Por otro lado, el presidente de Semergen también recomienda hacermediciones periódicas de la vitamina B12 en aquellas personas que estén en tratamiento crónico con estos medicamentos. "Un análisis de sangre permite determinar los niveles. Y, si hay déficit, se puede administrar esta vitamina una vez al mes por vía intramuscular".
Carballo insiste en que "el mensaje no es que sea un fármaco peligroso, ya sabíamos que puede interferir en la absorción de diversas sustancias. Este artículo plantea una evidencia epidemiológica con mínima importancia clínica hasta el momento".
Por último, los expertos insisten en que no hay que confundir este tipo de fármacos con otros denominados genéricamente antiácidos, y que sirven para eliminar puntualmente la acidez tras una ingesta copiosa. "El más popular de estos es el bicarbonato sódico que por suerte se dejó de utilizar, ya que es un producto que neutraliza la secreción ácida pero cuando pasa su efecto se produce un efecto rebote, es decir, se genera más secreción ácida", concluye Llisterri.

lunes, 18 de julio de 2016

La lactancia materna hace que los niños prematuros tengan corazones más fuertes

La lactancia materna es la forma ideal de aportar a los bebés los nutrientes que requieren para crecer y desarrollarse de una forma saludable. Tal es así que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses, para posteriormente complementarla con los alimentos apropiados a cada edad del lactante. Y es que la leche materna no tiene rival: es inocua y aporta los nutrientes necesarios y anticuerpos que protegen al bebé frente a distintas enfermedades. Unas bondades a las que se aúna, como muestra un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Oxford (Reino Unido), su capacidad para corregir los defectos funcionales y estructurales de los corazones de las personas nacidas de forma prematura.
Como explica el doctor Adam Lewandowski, director de esta investigación publicada en la revista «Pediatrics», «incluso las mejores leches de fórmula carecen de algunos de los factores de crecimiento, enzimas y metabolitos que la leche materna procura a los bebés en desarrollo. Y como muestran nuestros resultados, también en aquellas personas cuyo nacimiento prematuro afectó de forma inevitable a su desarrollo, la lactancia materna mejora el desarrollo de sus corazones».

Minimizar el daño

Entre otras consecuencias, los partos prematuros –esto es, antes de alcanzar la semana 37 de gestación– conllevan que los corazones de los neonatos no se desarrollen de una forma totalmente adecuada. En consecuencia, y como ya demostrara una investigación previa de los mismos autores, los corazones de las personas nacidas prematuramente tienen, ya alcanzada la edad adulta, cámaras más pequeñas y paredes más delgadas, por lo que su funcionalidad es más limitada.
Sin embargo, es más que obvio que este desarrollo anómalo del corazón tiene lugar mucho antes de llegar a la edad adulta. De hecho, se produce durante los primeros meses de la vida del bebé. Entonces, ¿no hay nada que podamos hacer? Pues sí, dado que el desarrollo del corazón está directamente condicionado por la alimentación. Y partiendo de esta premisa, los investigadores quisieron evaluar el posible beneficio de la lactancia materna sobre el desarrollo coronario con los participantes de su primer estudio.
En total, 102 de los participantes del estudio original, ya veinteañeros, se sometieron al análisis cardiovascular. Y asimismo, los autores reclutaron a otros 102 individuos nacidos a término e igualmente en la veintena para establecer cómo debería ser un corazón con un desarrollo ‘normal’.Como apunta Adam Lewandowski, «ya contábamos con datos sobre los regímenes de alimentación en niños prematuros de los más de 900 individuos seguidos desde su nacimiento en nuestro estudio anterior, iniciado en 1982. Así, invitamos a los participantes para que se sometieran a un completo análisis cardiovascular con objeto de investigar el efecto a largo plazo de los diferentes regímenes de alimentación sobre desarrollo del corazón».

Mejor que las fórmulas

Los resultados mostraron que las personas que habían nacido de forma prematura tenían corazones con un volumen y funcionalidad menores que los de los nacidos a término. Y lo que es más importante, que estas diferencias en la estructura y funcionalidad coronarias eran mucho menores en los prematuros que habían sido alimentados con leche materna.
De hecho, y por lo que respecta específicamente a los prematuros que fueron alimentados con una combinación de leche materna y leches de fórmula, los resultados mostraron que cuanto mayor era la mayor proporción de leche materna en la alimentación, mejor eran la estructura y funcionalidad del corazón ya alcanzada la edad adulta.
Como concluyen los autores, «una vez analizados otros factores que podrían haber tenido una influencia sobre la funcionalidad y el volumen del corazón, los resultados muestran que, comparadas frente a la leche de fórmula, la lactancia materna y la cantidad de leche materna en la dieta se encuentran claramente asociadas con un mejor volumen y funcionalidad del corazón».
La OMS recomienda la lactancia materna exclusiva hasta los 6 mese

viernes, 15 de julio de 2016

Un desayuno con aceite de oliva virgen protege las arterias

El aceite de oliva virgen tiene varias virtudes, entre ellas, contener compuestos fenólicos, moléculas con efectos positivos para la salud. Una investigación de la Universidad de Córdoba (UCO) en el Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (IMIBIC) y el Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba ha permitido conocer nuevos efectos del aceite de oliva virgen en el organismo.
Con un desayuno que incorporaba este alimento, las células que revisten las arterias estaban más protegidas frente a inflamaciones, orígenes de problemas cardiovasculares, respecto a otros tipos de aceite de oliva que no aportaban la misma cantidad de estos compuestos.
En eltrabajo se buscaba conocer los efectos antinflamatorios del aceite de oliva. Para ello, se evaluó si una dieta rica en aceite de oliva virgen reportaba más beneficios para el organismo que otra en la que se usara aceite de oliva con un porcentaje refinado. Concretamente, se distribuyeron desayunos a veinte pacientes con síndrome metabólico (conjunto de factores de riesgo que llevan a una persona a poder padecer una enfermedad cardiovascular) delHospital Universitario Reina Sofía con aceite de oliva virgen y con el mismo aceite tras retirarle los polifenoles. La investigación ha sido recientemente publicada en la revista científica «European Journal of Nutrition.
Dos horas después del consumo del alimento, se extrajeron de los pacientes muestras de plasma sanguíneo. El suero se puso en contacto con un cultivo de células del endotelio humano, que recubren las arterias. Cuando el suero procedía de personas que habían ingerido aceite de oliva virgen, se observaba que las células del endotelio estaban más protegidas ante la inflamación que las de los aceites refinados, pobres en compuestos fenólicos.
« La inflamación es una reacción de la célula ante una situación de estrés oxidativo. Si no reacciona ante agentes denominados especies reactivas del oxígeno, la célula corre el riesgo de morir, por lo que desencadena una serie de mecanismos de defensa que la llevan, en última instancia, a inflamarse», indica Francisco Pérez Jiménez, catedrático en la UCO. Esta inflamación no es buena para la corriente sanguínea. Si las células que recubren las arterias se hinchan, el fluido se obstruye y pueden aparecer problemas de salud como la ateroesclerosis.

En humanos

Una de las fortalezas del experimento, según su investigador principal, es realizar es estudio con muestras humanas. «En ocasiones se reportan beneficios en modelos como ratas que luego no tienen traslado al ser humano», subraya. Además, ya que a los pacientes se les dispensó tanto un desayuno con aceite de oliva virgen como otro pobre en compuestos fenólicos, se pudieron ver las diferencias en cada individuo.
Los compuestos fenólicos tienen, además de propiedades antiinflamatorias como las descritas por este equipo, otras antioxidantes y antitumorales. Los investigadores están interesados ahora en saber si estas propiedades positivas actúan exclusivamente a nivel celular o si también pueden reportar beneficios directamente en el sistema digestivo y en el papel que juega la microbiota intestinal.
Muestra de aceite de oliva

martes, 12 de julio de 2016

Caminar a buen paso 15 minutos diarios es un ejercicio suficiente para los mayores

El ejercicio físico es, como han demostrado infinitud de estudios, muy beneficioso para nuestra salud. No en vano, disminuye notablemente el riesgo de muchas enfermedades, caso sobre todo de las cardiovasculares, primera causa de mortalidad tanto en España como en todo el mundo. Tal es así que todos los expertos recomiendan 30 minutos diarios de ejercicio físico moderado al menos cinco días a la semana. Un objetivo que, quizás, resulte demasiado ambicioso para algunas personas mayores. De hecho, como concluye un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores del Hospital Universitario de Saint-Étienne (Francia), la práctica de 15 minutos diarios podría ser un objetivo razonable para esta población mayor. Y es que con este cuarto de hora por día ya se logra una reducción del 22% del riesgo de mortalidad general.
Como indica David Hupin, director de esta investigación presenta en el marco de la Reunión EuroPRevent 2016 de la Sociedad Europea de Cardiología(ESC) que se está celebrando en Sophia Antípolis (Francia), «la edad no es una excusa para no hacer ejercicio. Es bien conocido que la actividad física regular tiene un efecto general sobre la salud y sobre cualquier tratamiento médico. Sin embargo, menos de la mitad de las personas mayores siguen la recomendación de un mínimo de 150 minutos semanales de ejercicio de intensidad moderada o de 75 minutos de ejercicio vigoroso a la semana. Así, nuestro objetivo era identificar qué niveles menores de ejercicio podrían ser beneficiosos y reducirá la mortalidad en esta población».

Hay que hacer ejercicio

Para llevar a cabo la investigación, los autores evaluaron los resultados obtenidos en dos estudios previos. El primero, llevado a cabo con 1.011 franceses con una edad de 65 años a los que se evaluó durante un período de 12 años; y el segundo, un trabajo internacional con 122.417 participantes que habían cumplido los 60 años y a los que se siguió durante un promedio de 10 años.
El parámetro utilizado por los autores para medir la actividad física fue el denominado ‘Equivalente Metabólico’ (MET), con el que se establece la cantidad de energía –en calorías– gastada por minuto de actividad física. Concretamente, la cantidad de MET depende de la intensidad de ejercicio, por lo que un minuto semanal de ejercicio moderado da lugar a una puntuación de 3-5,9 MET y un minuto a la semana de actividad intensa puntúa como 6 o más MET. Y de la misma manera, un minuto sentado por semana da lugar a una puntuación de un único MET.
Caminar a buen paso 15 minutos diarios podría ser un objetivo razonable para la población mayor
David Hupin
De acuerdo con las recomendaciones internacionales, el objetivo es realizar una cantidad de ejercicio físico semanal equivalente a 500-1.000 MET. Y partiendo de esta premisa, los investigadores evaluaron en riesgo de mortalidad para cuatro categorías de actividad física: inactividad total, nivel bajo –de 1 a 500 MET semanales–, nivel medio –de 500 a 1.000 MET a la semana– y nivel alto –más de 1.000 MET semanales.
El 9% de los participantes en el estudio francés y el 15% de los individuos del estudio internacional fallecieron durante el seguimiento. Y de acuerdo con los autores, «el riesgo de mortalidad se redujo de forma dosis-dependiente según se incrementó el nivel de ejercicio. Así, y comparados con los participantes totalmente inactivos, las personas mayores con niveles de ejercicio bajo, medio y alto mostraron respectivamente un riesgo de mortalidad un 22%, un 28% y un 35% inferior».
Como destaca David Hupin, «los dos estudios previos muestran que cuanto mayor es la actividad física en las personas mayores, mayor es el beneficio para la salud. Y el mayor ‘salto’ en el beneficio se logró en el nivel bajo de actividad física, observándose incrementos más pequeños en el beneficio con los niveles medio y alto».

Cuanto más, mejor

En consecuencia, quizás las personas mayores no necesiten realizar ejercicio moderado 30 minutos al día y cinco días a la semana para reducir su riesgo de mortalidad. Es posible que con 15 minutos ya se logre una disminución significativa de este riesgo.
En palabras de David Hupin, «los resultados muestran que un bajo nivel de ejercicio, que supondría la mitad de la actividad física recomendada, se asoció con una reducción del 22% del riesgo de mortalidad en las personas mayores cuando se compararon con aquellas inactivas. Concretamente, este nivel de ejercicio equivale a caminar a buen paso 15 minutos diarios».
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que cuanto mayor es la cantidad de ejercicio, mayor es el beneficio para la salud. Como concluye el director de la investigación, «creemos que las personas mayores deberían incrementar progresivamente su actividad física en la vida diaria en lugar de cambiar radicalmente sus hábitos para ajustarse a las recomendaciones. Así, 15 minutos diarios podría ser un objetivo razonable para la población mayor, y los pequeños incrementos en este ejercicio podrían hacer que estas personas mayores aumentaran su actividad moderada y se aproximaran a la recomendación de 150 minutos semanales».
Caminar es un buen ejericio para las personas mayores